domingo, 8 de abril de 2018

ENTENDERSE Y CONVIVIR


Sabemos bien que convivir es un arte. 
Y, como tal,   siempre mejorable  en belleza y creatividad.   Más allá del natural de cada uno, de su  mayor o menor grado de sensibilidad,  empatía y otras  habilidades sociales (HHSS),  la consciencia,  empeño  y voluntad  de todos los miembros son igualmente necesarios para fructificar.  Como decía un sabio,  la convivencia es un arte, pero antes de serlo, es una disciplina.

Para ello harán falta  aprendizajes que,  además de hacernos crecer y madurar, cuando se convierten en hábitos, nos mejorarán como personas y enriquecerán nuestra relacionabilidad.   

-Comunicar.   Imprescindible para el ser humano como criatura social, dotado, además,  de una capacidad de lenguaje único en la naturaleza.  Comunicación como expresar sencillo y asertivo,  pero también escucha atenta, acogedora y comprensiva del otro.  El diálogo es fundamental. 

-Compartir.  No solo lo material,  sino también vivencias, experiencias, sucesos cotidianos... Huir de todo egocentrismo y compartir el corazón a cualquier nivel. 

-Respetar.  Consideración hacia el otro,  aprecio,  valoración,  derecho a la libertad... (mientras que  no  tope con el  derecho de los demás).   

-Interactuar.  De manera habitual,  amable y  sencilla,  es capaz de sanear todos los ámbitos.  La sonrisa,  la cortesía,  la delicadeza... y esas tres palabras mágicas: gracias,  perdón, por favor...  obran milagros en ambientes y personas.

-Tolerancia y acogida. Las diferencias humanas deben ser causa de enriquecimiento mutuo,  no de división.  El otro  será siempre único  e irrepetible del que alguna cosa podré aprender.  

-Espíritu de paz  y no agresión   en circunstancias,  que siempre llegan,  de impaciencia o enojo. Aprender el control  de la ira  sin  llegar nunca al insulto o la descalificación.   Mejor  calmarse y en un momento tranquilo,  recurrir al diálogo sincero para aclarar la situación. 

-Cuidar a las personas,  interesarse por ellas.   Colaborar.   Distribuir equitativamente las tareas en ambientes compartidos. 

-Dar confianza y  libertad.  Pruebas  de amistad en todo y para todos. 

-Y aprender a dar siempre  lo mejor de nosotros mismos.

Esto vale,  tanto para el medio familiar,  como laboral,  como  en el círculo de amigos...  Por mucha confianza e intimidad que exista en la convivencia,  si se descuidan el respeto, el afecto y la amabilidad  (favorecidos por los factores  mencionados),  el ambiente degenera dejando  puerta abierta a toda clase de violencias y  tóxicos personales que vierten en el otro lo peor y más turbio del propio corazón.                                            


La convivencia es la gran maestra que nos enseñará mucho de paciencia,  ecuanimidad, autocontrol,  conocimiento propio y del otro, humildad,  tolerancia, respeto y un sinfín de valores más.