Cada vez que se cierra un círculo y se abre otro, para continuar la andadura, nunca será igual, porque la vida se mueve en una espiral hacia lo alto y el nuevo círculo que comienza se eleva sobre el anterior, sobre lo ya vivido, experienciado y aprendido.
De este modo, cada año que pasa, cada círculo que se cierra, no está de más hacer balance, valorar lo conseguido y construido, anotar lo que aún nos falta y querríamos lograr. Establecer las nuevas metas y retos del año, decididos a escribir bonito en las páginas blancas de un nuevo cuaderno de vida.
Para sacar buenas lecciones del ciclo anterior, hay que revisar lo vivido y no dejar que los conflictos personales o relacionales cristalicen.
En esto ayuda mucho el saber tanto perdonarse a sí mismo como perdonar a los demás. Muy a menudo las personas, incluso nosotros mismos y las cosas, no funcionan como desearíamos, y la aceptación más elemental, relajante y sencilla, se hace aprendizaje, valiosa herramienta para la vida.
Lo que podamos cambiar y arreglar, porque no nos gusta, hay que hacerlo antes o después, pero cuando uno entiende que no es posible, hay que aceptarlo como parte de la realidad. Y no frustrarse sino construir con ello. La vida es una caja de sorpresas que, tomadas como oportunidades, forja personas admirables, consistentes, resilientes, luchadoras, que, pase lo que pase, no dejan de sentirse, en lo más hondo, bien ancladas y profundamente felices.
Hay que aprovechar las pasadas experiencias para conocerse mejor a sí mismo. Esto es fundamental para la vida, conocer las propias necesidades, fortalezas y debilidades, saber lo que se quiere y luchar por ello.
De cara al nuevo ciclo, en el primer mes del año ya iniciado (en el que seguiremos superando, poco a poco, la pandemia) ayuda mucho anotar los nuevos objetivos, por ejemplo: cuidar mejor nuestro cuerpo, mantener dieta saludable, hacer más ejercicio; aprender o perfeccionar una lengua, conocer nuevas personas, perder miedos, liberarse de prejuicios, trabajar un Interior personal pacificado, procurar ser más feliz.
Intenta buscar lo que más te gusta, lo que te apasiona y te hace disfrutar profundamente, para concederle el tiempo que le corresponde; te hará más fuerte, motivado, confiado en ti y esperanzado.
Cuida tus actitudes, hay que ser positivo sin dejar de ser realista. No pensar que siempre va a salirnos todo bien sino estar en todo momento preparados para el fracaso (mirándolo como oportunidades para crecer, reinventarse a veces; además, si acontecen por causa de errores propios, de ellos siempre se aprende mucho). Supera el rencor, las personas son como son y todos nos equivocamos. Si lo alimentas, solo amargarás y dañarás tu propio corazón, impidiendo su crecimiento y expansión.
Aprende a ser responsable y fiel a ti mismo, a tu conciencia más sincera y leal, para llevar coherentemente las riendas de tu propia vida. Aunque tengas metas concretas, relativiza, sé flexible, ya que el pensamiento rígido y obcecado termina rompiéndonos; mucha paciencia con todo, contigo mismo y con los demás. Aprovecha lo aprendido y crecido anteriormente, porque toda nueva construcción ha de apoyarse y anclar, de manera consistente, en lo ya adquirido, para afianzar la obra de la propia vida.
Finalmente, pesar de los retos, metas y objetivos propuestos, no dejes de vivir el presente (es lo único que realmente existe), sin que el pasado o el futuro te subyuguen en exceso y te resten paz y libertad.