Es bueno, positivo y constructivo tener "ideales" propios, es decir, aspiraciones, deseo de logros personales y de acciones concretas en la vida, que potenciarán el sentirse mejor consigo mismo y, al mismo tiempo, beneficiar al mundo, intentar dejarlo, aun en detalles mínimos, mejor que cuando llegamos.
Estos son los sueños, deseos de desarrollar o embellecer algo en nuestra vida y en lo que nos rodea, siendo nosotros parte activa en ello. Los anhelos profundos generan un dinamismo incombustible en la existencia de las personas, que da fuerza para luchar, crecer y ofrecer siempre lo mejor de sí. Las personas con sueños, metas e ideales, se mantienen siempre vivas, positivas y emprendedoras, son a menudo inspiración para los demás.
Por eso es importante mantener los sueños y luchar por ellos. Alcancemos o no el máximo deseado, abordaremos importantes tareas de superación y al final, por poco que sea, algo bueno habremos construido. La extraordinaria motivación que generan es un motor para la vida. Aquel que no los tiene y se deja simplemente llevar por ella, sin entusiasmo ni alegría, será mucho más susceptible al zarandeo de los vaivenes de la existencia, sin esa fuerza e ilusión, que tanto ayudan a vencer las dificultades y adversidades de la vida.
Por otro lado, está demostrado que la satisfacción que proporcionan los sueños está más en el camino para lograrlos que en las metas conseguidas; la pasión de la lucha aleja pensamientos negativos y la vida se llena de fe, impulso, energía y esperanza.
Los niños sueñan sin límites. Los adultos sueñan más conscientes de los límites, pues se trata de alcanzar objetivos coherentes y realistas, pero no hay edad para soñar, todo tiempo es bueno, positivo y enriquecedor. Los sueños generan fortaleza para luchar siempre en la dirección de lo que tan profundamente se desea.
Para no perderlos de vista y mantenerlos siempre activos, vigorosos y estimulantes, sin tirar la toalla en el primer tropiezo, hay que saber esforzarse en el día a día, perseverando sin rendirse; quererse y cuidarse a sí mismo, llevando una vida saludable (la mejor señal del autocuidado) y la fuerza de voluntad para comprometerse con ello; tener principios de vida, convicciones que acompañen actitudes y conductas, manteniendo una positividad realista, es decir, una resiliencia tranquila y confiada, que supera obstáculos sin renunciar a lo que profundamente se desea.
De esta manera, disfrutaremos tanto de los logros como del camino para obtenerlos, aprenderemos que la vida puede ser plena en cualquier punto de su recorrido.
Por otro lado, el haber colaborado en el embellecimiento y mejora de nuestro mundo, ni que sea en
el más pequeño y oculto detalle, será también una profunda fuente de satisfacción, que va construyendo personas y sociedades fuertes y valiosas a lo largo de la existencia.