martes, 2 de mayo de 2023

RECONCILIARSE

 

Es palabra mágica, clave en la vida...  cuando es verdad que se hace vida.  Reconciliación es reencuentro, reparación, reconstrucción, restauración...  Tanto a nivel personal como colectivo como interpersonal.  
Es esa realidad necesaria para que tanto personas como los distintos grupos humanos  puedan crecer y madurar sin fracturas dolorosas limitantes e incapacitantes.  Reconciliarse consigo mismo, con el otro, con la vida, con aquello que nos cuesta,  saca arrestos fundamentales y desconocidos del propio ser que sanan la vida. 

Reconciliarse consigo mismo es el comienzo de todo,  tras un encuentro profundo con el pequeño yo, siempre herido,  comienza la sanación.   Mucha negatividad, juicios, críticas, que vertemos sobre los demás suelen provenir más de una llaga sangrante personal que ignoramos, que con la realidad del otro. 

Reconciliarse con nosotros mismos construye personas que pueden asentarse en este mundo con consistencia y seguridad, marcando esa senda  irrepetible que cada cual pisa,  marcando el destino propio y ayudando positiva y constructivamente el destino de otros entrelazados.   Decía Mark Twain que ningún hombre puede sentirse cómodo sin la propia aprobación.  

Hay que aprender a hacerlo, porque a veces no es fácil,  a veces somos nuestro peor enemigo,  nuestra propia víctima, más exigente, duro y cruel que nadie que nos rodea (desde un superyo forjado a menudo en la primera infancia, por la exigencia y expectativa de progenitores cuya inmadurez salpica, se proyecta y  prolonga en los vástagos).  Por eso, antes que nada, hay que aprender a ser comprensivos consigo mismos, a mirarse con cariño,  abrazar nuestro niño interior, inseguro y frágil, como diría Nhat Hanh.
Si somos capaces de hacerlo con nosotros, sabremos también hacerlo con los demás,  será más fácil comprenderlos, aceptarlos, construir y crecer juntos. 

Hemos de ser conscientes de cómo nos hablamos, porque a veces no lo hacemos bien, con el suficiente cariño, cercanía y  calidez, lo cual, además de no ser justo, no nos ayuda en la vida,  y si no nos ayudamos a nosotros mismos, seremos incapaces de ayudar a los demás. 

Aprender a ser el mejor amigo de nosotros mismos  es reto y tarea,  la íntima confianza, la propia fidelidad y fiabilidad  puede cambiarnos la vida. Nos apoyaremos en nuestro yo más confiable sin engaños y nos sentiremos bien acompañados en el camino. 
 
Decía Ortega y Gasset:  Camina lento... no te apresures, que al único lugar al que tienes que llegar es a ti mismo.