La Tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y maneras distintas de manifestar nuestra condición humana (Declaración Universal de los Derechos humanos, Unesco,1995),
Virtud bella y actitud importantísima, especialmente en este tiempo, donde la pluralidad, la complejidad de personas, condiciones y circunstancias nos rodea, y que en sociedades democráticas, hay que cultivar. Somos todos muy distintos y todos tenemos derecho a ser lo que somos, sabiendo que nuestras libertades tienen su límite en el derecho de los demás. Y vice, la libertad de los demás, tiene tope en nuestros derechos. Se trata, en la realidad práctica y cotidiana de la vida, de abrazar al diferente, no dejarse contaminar por prejuicios y discriminar, simpatizar con ellos, comunicar, interrelacionar y enriquecerse mutuamente. El objetivo es la buena convivencia y armonía de los grupos humanos y sus sociedades. Y esto hay que empezar a conocerlo, aprenderlo y educarlo desde la escuela, con adecuada proyección familiar.
Abrirse a la diversidad promueve una mente abierta y clara, voluntad de aprender, crecer y madurar sin encerrarse en los propios contenidos mentales, que hay que mantener frescos y renovados. La apertura sincera, transparencia y fluidez, con respecto al exterior, ayuda a ser más feliz ... Y al tiempo que se disfruta, se comparte riqueza y se construye juntos un mundo mejor, más justo e inclusivo.
En sociedades estresadas, donde la violencia se mueve a veces a flor de piel, la tolerancia necesita mucho ejercicio de respeto y comprensión.
Por otro lado, en un mundo igualmente incierto (modernidad "líquida"), en que todo cambia tan rápido -el trabajo de hoy puede no estar mañana, las relaciones y amistades son a menudo inconsistentes o poco fiables en el tiempo, la vida se encarece... -, la tolerancia, la paciencia, se hacen todavía más necesarias. Lo cual tampoco quiere decir aceptarlo todo sin más, siempre hay que intentar que las cosas funcionen de manera ordenada y como parezca mejor, en lo que de cada cual dependa. Pero aceptar también que el otro puede tener criterio distinto y si toca a ese otro decidir, habrá que aceptar.
Con lo cual, el tolerante no renuncia al criterio propio, pero implica autocontrol, de forma que, en determinadas circunstancias, sabe callar, educa la mirada y el corazón, por respeto, omite la hipercrítica inoportuna para no herir injustamente. Los conflictos y diferencias se asumen como normales en la convivencia humana, se afrontan con naturalidad y espíritu de superación mediante empatía, comprensión mutua y comunicación.
El modo hedónico de comunicación ayuda a socializar sin miedos, desactivando la ansiedad social, descubre el placer de colaborar y construir juntos. El descubrimiento inteligente de la cooperación ha sido arma secreta de la historia, que ha permitido a la evolucionar a todas las sociedades vivas, animales, también humanas, llegar adonde ahora estamos y proyectarnos sin miedo hacia el futuro.