lunes, 9 de enero de 2017

¡RESPIRA!








Respirar es indispensable para la vida en la tierra.  Esto lo sabemos bien y todos tenemos  experiencia.
Pero  de lo que no somos tan conscientes,  es que,  a menudo,  no sabemos hacerlo como conviene y perdemos muchos de sus beneficios saludables,  para el cuerpo  y para la mente.  

El ser humano,  a lo largo de la vida,  va afrontando experiencias de diversa índole que,  para bien o para mal,  quedan grabadas en el propio cuerpo.    De la respiración primera,  vital,  del bebé, relajada y confiada,  anclada en la parte más honda (inferior)  de los pulmones  pasamos,  en la vida adulta,   a una  leve y superficial  toma de aire  que conduce a  la  atrofia progresiva  de  los músculos respiratorios.  Su buen tono y flexibilidad facilitaría   un esponjamiento pulmonar amplio y necesario para la buena oxigenación del organismo  (de ahí los suspiros hondos,  esporádicos,  cuando el ser físico o psíquico necesita rehacerse con una buena calada  de aire fresco).

En situaciones de ansiedad y estrés  jadeamos,  reduciendo  la capacidad respiratoria  al mínimo clavicular de manera acelerada,  lo  cual  acota maravillosos  recursos  energéticos del organismo, restauradores y tonificantes.

La respiración básica saludable debe establecerse en el fondo pulmonar  (como los bebés durmiendo que suben y bajan la tripita)  debiendo evidenciarse  la cadencia del aire en el adulto  al nivel del propio abdomen  (llenando secundariamente  el pecho y la parte alta clavicular  para completar una  respiración amplia y profunda).    

Aprende a Respirar CONSCIENTE al compás de la vida:

Inspira hondo,  de manera consciente  y pausada  la paz, la alegría, la reconciliación, el alivio,   la confianza,  la esperanza, la fe,  la amistad, la comprensión,   la compasión,   la gratitud, ...
Inspira hondo los colores hermosos,  la belleza,   olores y aromas gratos,  la frescura del aire, la caricia del sol,  la bondad humana,  la naturaleza admirable, la música,   la palabra constructiva, el arte,  el descanso...

Espira,  comprimiendo al máximo los pulmones  y  exhalando  fuera,   junto al  aire que limpió nuestra sangre:  el cansancio, el agobio,  todo malestar,  preocupaciones, rencores, inquietudes, hostilidad,  desconfianza, temor,  desilusión,  tristezas, ....  de cada día.  

Repitiendo el ciclo una y otra vez,  aspira de nuevo, consciente,   lo bueno de la jornada,  recordando y  agradeciendo las buenas sensaciones que siempre estarán ahí...   Espira a continuación  la más pequeña negatividad que persista.     Irás estableciendo,  así,  una  dinámica  fluyente que terminará haciéndose espontánea y connatural en ti.  

Restaurarás  el ser,  lo fortalecerás;  aprenderás a  recargar tus baterías con esos  buenos momentos que te sostendrán  luego en circunstancias más complicadas de la vida.    

¡Renuévate!

        

¡Respira!