domingo, 27 de agosto de 2017

EL ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS





Quisiera  traerte hoy un cuento de esos que enseñan para la vida.  Es del psicodramaturgo y terapeuta gestáltico Jorge Bucay:
<<El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar mi vieja granja, acababa de finalizar su primer día de duro trabajo. Su cortadora eléctrica se había averiado, y le había hecho perder una hora de su trabajo, y ahora su antiguo camión se negaba a arrancar.

Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. 

Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia.                   

Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.    

Al entrar en su casa, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara sonreía plenamente. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el coche.

Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad, y le pregunté acerca de lo visto cuando entramos.

- "Ese es mi árbol de los problemas", contestó.

- "Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero hay algo que es seguro: los problemas no pertenecen ni a mi casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que, simplemente, los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego. Después, por la mañana los recojo otra vez. Lo más divertido es que... cuando salgo a la mañana a recogerlos, ni remotamente encuentro tantos como los que recordaba haber dejado la noche anterior.">>


Toda vida humana pasa por situaciones difíciles y momentos de adversidad.  Pero, para el ideal de dar siempre lo mejor de sí mismo, como estrategia de vida que nos hace más felices (también a los demás),  hay que  preservar espacios para la desconexión: el cariño compartido, el esparcimiento físico y mental,  la sana alegría.  
Comprobaremos que, al retomar el afrontamiento de los problemas, los encontraremos con bastante menos carga amenazante y virulencia. 

Está demostrado que las dos mejores armas que liberan y protegen de cualquier clase de estrés son tanto el ejercicio físico, como  toda clase de contacto e interacción social amiga.  

                                            





lunes, 7 de agosto de 2017

AFABILIDAD





La Afabilidad  es   bella y esforzada.  Puede ser un reto heroico.   Parece sencilla y suena, en general, a "buenismo" fácil, trivial y asumido en el  convivir humano;   pero como talante (natural o adquirido)   puede llegar a costar muchísimo si no existe,  interiormente,   la determinada determinación  de cultivar esta actitud y  perseverar en ella.   La afabilidad conlleva  un importante valor añadido como  ejercicio de Inteligencia Emocional  beneficiosa para todos, individual y socialmente.   

Afable procede del latín  affabilitas  y significa agradable,  suave de trato, benevolente, dulce. En sentido propio,  sería aquel: "con quien se puede hablar fácilmente". Ternura y bondad de corazón que  nunca halla  distancia entre las personas,  sino cercanía, proximidad con todas ellas.  Exige autodominio y tacto (esto es Inteligencia Emocional) para acertar en el qué, cuando y cómo  de las cosas  y,  para ser realmente afable  ( no hipócrita),  se acompaña de  nobleza sencillez y  franqueza generosa. 

La afabilidad  construye personas  y,  desde ellas,   grupos fuertes, solidarios;   sociedades saludables, cohesionadas y consistentes.  Aún más allá, el Bien que se ejercita un solo instante por amor, acrecienta el Bien y lo Bueno de todo el  Universo (por aquello del “efecto mariposa").

El desgaste cotidiano en la convivencia (ambientes familiares, laborales o amistosos/fraternos), el exceso o falta de confianza,  la tensión acumulada,  las pequeñas frustraciones y luchas de cada día... acaban minando toda positividad emocional que  queda finalmente  a merced de la visceralidad incontrolada, el  juicio y el prejuicio; del pronto o impulso más primario, el mal humor o la impaciencia.  En cuanto se relaja la intención y el interés particular por mantenerla,  toda convivencia humana y fraterna  se resiente.

La Afabilidad ayuda a emerger lo mejor de las partes  (uno mismo y los demás). Contrariamente, el trato displicente,  poco amable,  autoritario y falto del respeto necesario  potencia  lo peor de las personas que emerge como reacción y  mecanismo de defensa errado. De todas formas,  el primer damnificado será siempre el poco afable (o "antipático")  que acaba solo y encerrado amargamente en su poca cordialidad  y sequedad de alma.  

La  afabilidad es  pilar fundamental en la escala de amor más elemental. Otro  pilar sería el respeto.   Respeto debido a todo ser humano,  en general  a las criaturas,  como parte maravillosa del inmenso don de Dios;  más allá del criterio propio, pensamiento o emoción particular, siempre diversos,  la voluntad de respeto  es, ya,  voluntad de amor. 
El tercer pilar sería la empatía ( ponerse en la piel y  zapatos del  otro).  Es  el más fuerte de los tres, capaz de fortalecer y potenciar los dos primeros.    
                                                                                             Apoyándose en esta trilogía  básica primordial puede asentarse,  consistente y responsablemente,  cualquier otra forma responsable  de amor comprometido,  bien nutrido por tan firme basamento y coexistiendo con él.