lunes, 7 de agosto de 2017

AFABILIDAD





La Afabilidad  es   bella y esforzada.  Puede ser un reto heroico.   Parece sencilla y suena, en general, a "buenismo" fácil, trivial y asumido en el  convivir humano;   pero como talante (natural o adquirido)   puede llegar a costar muchísimo si no existe,  interiormente,   la determinada determinación  de cultivar esta actitud y  perseverar en ella.   La afabilidad conlleva  un importante valor añadido como  ejercicio de Inteligencia Emocional  beneficiosa para todos, individual y socialmente.   

Afable procede del latín  affabilitas  y significa agradable,  suave de trato, benevolente, dulce. En sentido propio,  sería aquel: "con quien se puede hablar fácilmente". Ternura y bondad de corazón que  nunca halla  distancia entre las personas,  sino cercanía, proximidad con todas ellas.  Exige autodominio y tacto (esto es Inteligencia Emocional) para acertar en el qué, cuando y cómo  de las cosas  y,  para ser realmente afable  ( no hipócrita),  se acompaña de  nobleza sencillez y  franqueza generosa. 

La afabilidad  construye personas  y,  desde ellas,   grupos fuertes, solidarios;   sociedades saludables, cohesionadas y consistentes.  Aún más allá, el Bien que se ejercita un solo instante por amor, acrecienta el Bien y lo Bueno de todo el  Universo (por aquello del “efecto mariposa").

El desgaste cotidiano en la convivencia (ambientes familiares, laborales o amistosos/fraternos), el exceso o falta de confianza,  la tensión acumulada,  las pequeñas frustraciones y luchas de cada día... acaban minando toda positividad emocional que  queda finalmente  a merced de la visceralidad incontrolada, el  juicio y el prejuicio; del pronto o impulso más primario, el mal humor o la impaciencia.  En cuanto se relaja la intención y el interés particular por mantenerla,  toda convivencia humana y fraterna  se resiente.

La Afabilidad ayuda a emerger lo mejor de las partes  (uno mismo y los demás). Contrariamente, el trato displicente,  poco amable,  autoritario y falto del respeto necesario  potencia  lo peor de las personas que emerge como reacción y  mecanismo de defensa errado. De todas formas,  el primer damnificado será siempre el poco afable (o "antipático")  que acaba solo y encerrado amargamente en su poca cordialidad  y sequedad de alma.  

La  afabilidad es  pilar fundamental en la escala de amor más elemental. Otro  pilar sería el respeto.   Respeto debido a todo ser humano,  en general  a las criaturas,  como parte maravillosa del inmenso don de Dios;  más allá del criterio propio, pensamiento o emoción particular, siempre diversos,  la voluntad de respeto  es, ya,  voluntad de amor. 
El tercer pilar sería la empatía ( ponerse en la piel y  zapatos del  otro).  Es  el más fuerte de los tres, capaz de fortalecer y potenciar los dos primeros.    
                                                                                             Apoyándose en esta trilogía  básica primordial puede asentarse,  consistente y responsablemente,  cualquier otra forma responsable  de amor comprometido,  bien nutrido por tan firme basamento y coexistiendo con él. 











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