martes, 1 de mayo de 2018

¿QUÉ SABES DE TI?




Habrás oído alguna vez el famoso aforismo "Conócete a ti mismo", inscrito en el pronaos del templo griego de Apolo en Delfos.   Desde la Antigüedad nos recuerda que, para acceder a la Sabiduría más elemental, se  necesita aquella premisa básica,  situando su exhortación  bien visible a la entrada del templo.

Es frase que encierra las más primitivas preguntas que brotaron del corazón humano en su despertar de Con-ciencia:  quién soy,  de dónde venimos,  adónde vamos... todas aquellas cuestiones que emergen desde la perplejidad de un yo que se descubre a sí mismo  y  necesita  comprenderse.   

El intentar aproximarse a este fin  supone todo un camino personal de conocimiento propio  (naturaleza, limitaciones, mente,  emociones y el propio misterio espiritual)  que sacie nuestra sed existencial y permita hacernos mejores personas:  más auténticas, sabias y consistentes.  

De alguna manera, acaba siendo una "obligación moral"  para cada persona.  Observarse, comprenderse, aceptarse y estudiar la propia alma en  sus motivaciones y comportamientos... son clave  para  orientar la vida, entender el mundo y comprender a los demás.   El conocimiento propio estimula el autocontrol de impulsos y emociones  y  mejora la convivencia social,  favoreciendo la armonía  entre personas y pueblos.


El Conocimiento propio genera, además, la importantísima   Empatía  pues,  el ser capaces de conocer,  aceptar y comprender el propio barro  nos hace aptos  para conocer,  aceptar y comprender igualmente a los demás.  El conocimiento propio y la empatía son las raíces más sólidas, profundas y fiables  de la llamada  Inteligencia Emocional. 

Pero el Conocimiento propio no se queda solo en la superficie de las cosas;  es también  llave y puerta para un Conocimiento Interior,  más profundo,  de la realidad;  ese que,  más allá de lo visible,  teje con Sabiduría los incalculables hilos del mundo.  Promueve una Mirada  despierta que no se deja engañar por apariencias,  sino que ve en lo profundo  la verdad de las cosas,  la realidad que subyace.   Siendo capaz,  así,  de guiar la propia vida con acierto  y de acompañar a los demás hacia su mejor destino.                                              

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