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Es frase que encierra las más primitivas preguntas que brotaron del corazón humano en su despertar de Con-ciencia: quién soy, de dónde venimos, adónde vamos... todas aquellas cuestiones que emergen desde la perplejidad de un yo que se descubre a sí mismo y necesita comprenderse.
El intentar aproximarse a este fin supone todo un camino personal de conocimiento propio (naturaleza, limitaciones, mente, emociones y el propio misterio espiritual) que sacie nuestra sed existencial y permita hacernos mejores personas: más auténticas, sabias y consistentes.
De alguna manera, acaba siendo una "obligación moral" para cada persona. Observarse, comprenderse, aceptarse y estudiar la propia alma en sus motivaciones y comportamientos... son clave para orientar la vida, entender el mundo y comprender a los demás. El conocimiento propio estimula el autocontrol de impulsos y emociones y mejora la convivencia social, favoreciendo la armonía entre personas y pueblos.
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El Conocimiento propio genera, además, la importantísima Empatía pues, el ser capaces de conocer, aceptar y comprender el propio barro nos hace aptos para conocer, aceptar y comprender igualmente a los demás. El conocimiento propio y la empatía son las raíces más sólidas, profundas y fiables de la llamada Inteligencia Emocional.
Pero el Conocimiento propio no se queda solo en la superficie de las cosas; es también llave y puerta para un Conocimiento Interior, más profundo, de la realidad; ese que, más allá de lo visible, teje con Sabiduría los incalculables hilos del mundo. Promueve una Mirada despierta que no se deja engañar por apariencias, sino que ve en lo profundo la verdad de las cosas, la realidad que subyace. Siendo capaz, así, de guiar la propia vida con acierto y de acompañar a los demás hacia su mejor destino.
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