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Es una forma indirecta de medir la inseguridad de las personas y en algunos, la necesidad de control resulta tan acusada que la menor incertidumbre causa una ansiedad obsesiva que llega a ser patológica.
Un mínimo de control y planificación en la vida son importantes y necesarios para organizar el propio tiempo y la actividad. El problema comienza cuando se extralimita y se obsesiona, focalizando y magnificando, en exclusiva, detalles insignificantes de la vida cotidiana.
La tolerancia a la incertidumbre va de la mano de la tolerancia a la frustración en personas inseguras, con baja autoestima, muy pendientes de la opinión de los demás. Más allá de cualquier apariencia, son personas débiles y vulnerables con gran tendencia a un perfeccionismo escrupuloso y a conductas maniáticas (orden obsesivo, limpieza...) que le producen cierta ilusión de control. En el fondo de todo ello, late el miedo como emoción básica primaria.
Decíamos que dicha característica tiene diversos niveles en las personas. Puede ser muy bajo, pero también normal, y darse de forma no patológica, organizando sabiamente la vida sobre la marcha, siempre abiertos a cualquier cambio en libertad para adecuarse lo mejor posible a las demandas del momento.
Las personas que se mueven con necesidad de control baja o normal poseen una clave elemental que equilibra esta tendencia en la psique y en la vida: es imposible controlarlo todo. Hace más de 2000 años, Epícteto, de la escuela Estoica, afirmaría: "La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Sólo tras haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior".
Reinhold Niebuhr, filósofo y teólogo, en su "plegaria de la Serenidad", se sitúa en la misma línea: "Señor, dame Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, Valor para cambiar las cosas que puedo y Sabiduría para poder diferenciarlas".
Todos tenemos alrededor nuestro un Círculo de preocupación más allá del cual nada nos afecta ni nos importa; y un Círculo de influencia en el interior de aquel: cosas y situaciones, dentro de lo que nos preocupa, sobre las cuales sí podemos actuar o incidir influyendo de manera proactiva. Pues bien. Se trata de centrarse en la propia zona de influencia y aceptar todo lo demás que ocurra, aunque se encuentre en el círculo de preocupación, pero que no depende de nosotros, sino de los demás o de los azares de la vida.
Como afirma Stephen Covey, saber poner el foco en el propio círculo de influencia es característica común de aquellas personas efectivas en la vida.