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Algunos autores lo tienen como un enfoque salutogénico (generador de buena salud).
Nació como reacción a una manera de hacer psicología centrada siempre en lo patológico, aspectos negativos de la propia vida y de la personalidad. El giro resultó muy oportuno, pues no solo es inteligente complementar los diversos enfoques psicológicos y estilos de terapia, sino también, muy importante, completar todas las caras de la realidad, ser conscientes de su globalidad, para evitar posibles distorsiones.
La psicología positiva busca las bases personales del bienestar psicológico y de la felicidad (basada en ese mismo bienestar) y también potenciar las fortalezas y virtudes humanas, aquello que da valor a la propia vida y contribuye a una vida plena.
Seligman analizaba en una vida positiva, armoniosamente llevada, varios componentes: emociones positivas (amor, paz, alegría, bondad, gratitud, inspiración, creación, altruismo y solidaridad... visión positiva del pasado y de la propia vida); compromiso (con nosotros mismos, con la vida, con las cosas bien hechas... una manera de inversión en felicidad); relaciones positivas (habilidades sociales para sacar lo mejor de un mismo y de los demás en las relaciones personales); Sentido (motivo, significación profunda de la propia vida al servicio de algo más grande que uno mismo) y Logro (disfrute sincero con las pequeñas metas que se consiguen día a día...).
En línea con el logro y el compromiso, otro investigador importante de la psicología positiva, Milhaly Csikszentmihalyi, hablaría del "flow" o flujo, cuando lo que se hace y se vive gratifica de tal manera (aunque pudiera suponer un reto, que necesita hacer valer nuestras competencias), que se pierde la noción del tiempo y del espacio; las actividades satisfactorias nos llevan a ser quienes aspiramos a ser en la vida, utilizando nuestros recursos y capacidades para lograr objetivos que nos interesan.
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Porque la verdadera felicidad (como armonía de vida) es pacífica (no "exaltada") y realista; no ignora el mal, pero tampoco le tiene miedo, pues se sabe con fuerzas y recursos para afrontarlo. No deja de comprender y sentirse cercano al que sufre y lo pasa mal, es decir, no pierde capacidad de empatía. Pero, en lo ordinario de la vida, sabe situarse en lo que hay de fuerte, positivo y confiable, sacando de aquí la buena energía necesaria en momentos más difíciles y complicados.
Si la vida para todas las personas es siempre una botella a medio llenar, las personas negativas disfóricas, abatidas, quejumbrosas, a menudo frustradas por cualquier acontecer que no cumple sus expectativas, viven lamentándose continuamente por lo que falta a su botella, alimentando una una culpa destructiva hacia sí mismos o los demás.
Las personas positivas, sin embargo, se apoyan con firmeza en el contenido de su botella, en lo que sí hay de valioso y constructivo, relativizando aquello que falta y no pueden obtener con su esfuerzo. Saben que pueden ser muy felices con lo que hay y se sienten agradecidas. No dan la espalda a la adversidad ni se evaden de lo inevitable, sino que lo afrontan todo con calma, prudencia y realismo, buscando soluciones a su alcance desde la buena energía que les procura su valioso tono vital en la cotidianidad de la vida.
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