jueves, 5 de mayo de 2022

ENAMORARSE

 

 

Enamorarse,   vivir de amor y acampar en él ( en-amorar),  como actitud básica en la vida, supone dotarla de un especial dinamismo anímico espiritual.   Porque enamorarse,  aunque lo entendemos siempre referido a alguien, una persona,  puede orientarse también hacia cualquier situación o actividad que nos embelese, que nos haga felices, que nos permita sacar, casi sin darnos cuenta, lo mejor de nosotros mismos:
 

Enamorarse del lugar que habitas,  de la familia, de tu grupo de amigos, del trabajo que realizas,  del paisaje que asoma por tu ventana;  enamorarte de la primavera, del verano, del invierno o del otoño.  Es decir, adquirir esa mirada que ve, que se fija, que aprecia,  valora y agradece.    Una mirada enamorada  selecciona la magia escondida en lo más insignificante y anodino de la existencia, su valor, el tesoro que muchos son incapaces de apreciar.   Y se nutre de ello para  alimentarse y crecer.  
La oxitocina, una de las hormonas del amor,  genera sensaciones de satisfacción, calma, seguridad, y en sinergia con la dopamina y serotonina,  demuestran que el enamoramiento reduce el estrés crónico y la probabilidad de enfermedades cardiovasculares, mejora el sistema inmunológico y produce efecto analgésico al liberar gran cantidad de endorfinas que reducen el dolor,  revitalizan y alejan la depresión;  el amor relaja y embellece, aumenta la autoestima,  mejora el sueño y el descanso,  rejuvenece, pareciendo quitarse años de encima;  la calidad de vida se optimiza de manera significativa y suelen apreciarlo los demás.      

Con lo cual, enamorarse  debería ser un estado crónico  del alma,  vale la pena.  Mediando una mente razonable y sensata, el enamoramiento potencia la alegría constructiva y la autodonación.  
Y no es cuestión solo de afecto y sentimientos,  sino una realidad que copa el ser, lo dinamiza, lo impulsa  y lo lanza hacia el Bien,  en una eclosión de energías positivas que fecundan todo lo que rozan. 
Podemos enamorarnos profundamente de esta vida,  centrados en lo esencial y dejando en segundo plano lo accesorio: se puede tocar el cielo y pozar allí la luz, la confianza, la esperanza y la alegría para vivir la tierra que  toca a cada uno en esta vida.                                                       

Si nos enamoramos del amor  - que hallamos en lo insondable de nosotros mismos y nos informa de trascendencia  y eternidades -,  podremos reconocerlo  en el fondo de lo que acontece, de los demás, de todo lo que existe;   disfrutaremos un filón inagotable  de la energía más poderosa, valiosa y saludable de la existencia; nos ayudará a sentirnos en com-unión con el Universo entero, a la par que descubrimos nuestra Identidad más honda, íntima, real y verdadera.