La estabilidad emocional es un estado mental y afectivo, que capacita en la persona el control de emociones, actitudes y conductas, de manera equilibrada, coherente y proporcionada en circunstancias difíciles. Con entrenamiento constante, llega a constituir una manera de ser y funcionar que ayuda a gestionar situaciones estresantes, alejando estados de ansiedad y depresión... o la somatización patológica como enfermedad cardiovascular, dermatológica o autoinmume.
Supone así un factor muy importante para la salud mental y física de las personas.
También para la salud relacional: desde el autoconocimiento y la autoaceptación, se puede comprender y aceptar a los demás, entenderse y convivir sin perder una comunicación beneficiosa y constructiva para todos, fortaleciendo esa red de apoyo social, que tanto ayuda la vida humana. Se aprende igualmente a poner límites y decir no a relaciones que desgastan, esclavizan y envilecen, no interesando en absoluto en nuestra vida.
Indispensable para la salud laboral, un inadecuado control de impulsos afecta siempre al rendimiento y al trabajo en equipo, haciendo peligrar el puesto de trabajo.
La estabilidad emocional se trabaja conscientemente de manera perseverante, entrenando la vida para adaptarse constructiva y positivamente a los cambios, para una toma de decisiones correcta, para mantener viva y activa la capacidad de comunicación, empática y asertiva al mismo tiempo con los demás, para manejar con inteligencia el estrés. Asumiendo que la vida no siempre es plácida, hay que estar preparados para cualquier revés o contrariedad que pueda llegar. Porque es normal, forma parte de la vida y de su misión instructora, como escuela de actitudes, consistencia interior y fortalezas personales.
Todo ello redunda en una mayor seguridad sí mismo (autoestima), satisfacción y calidad de vida.
Cuando falta el equilibrio, fruto de la estabilidad emocional, pueden producirse arrebatos, cambios de humor impredecibles, una hervidera de emociones descontroladas ante cualquier estresor que se presente, abrumando tanto a la persona que lo sufre como al entorno, generando un caos destructivo imposible de gestionar o regular. Para ello, en primer lugar, hay que reconocer y poner nombre a estas emociones (pueden ser también positivas y en exceso exaltadas). Luego, aprender a expresarlas de manera consciente, controlada y saludable. Es normal sentir tristeza, rabia, ira o alegría (no hay que negar estas emociones naturales), pero sin que se extralimiten y dominen la vida, son solo sus múltiples variopintos y colores.
El entrenamiento saludable de la estabilidad emocional y control de impulsos pasa, como tantos aspectos favorables de una existencia grata y constructiva, por un estilo de vida saludable y el autocuidado, alimentación sana, ejercicio físico regular, ratos para relajarse y estar con uno mismo, meditar, orar... . Tiempo para la amistad, relaciones amables y tranquilas, comunicación. No descuidar nunca el sueño ni el descanso. Actividades creativas gratificantes. Y algo siempre importante para la calidad de vida: la Gratitud. Siempre faltan cosas a la vida, nunca lo tendremos todo. Pero agradecer, valorar y disfrutar de lo que hay, de lo que se tiene, es llave mágica que abrirá siempre la puerta de la serenidad y felicidad sencilla en esta vida.
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