Decía Sócrates que la Alegría del alma conforma los bellos días de la vida y mantenerla se considera se considera virtud excelsa ("virtud" supone una "disposición habitual para hacer el bien").
A niveles más prosaicos, el diccionario describe Alegría como "sentimiento grato y vivo que suele expresarse exteriormente con palabras y gestos diversos". Se manifiesta con gozo, jubilosamente, capaz de alimentar el alma y el cuerpo proporcionando un estado interior luminoso y fresco; genera bienestar, buena energía, predisposición positiva y constructiva. Es tremendamente contagiosa, con lo cual, resulta siempre un bien social y cementante relacional dinámico incomparable.
Se considera el estado de ánimo más confortable y agradable que puede vivenciar el ser humano, realzando su valor al lado de la tristeza que se ofrece como contraste. La alegría mantiene y potencia la mejor salud: se ha comprobado un mejor funcionamiento de todos los órganos internos, también del cerebro, por lo que la mente gana en claridad y eficiencia. Los estados mentales positivos y alegres ayudan a liberar endorfinas que alivian o eliminan el dolor tanto físico como emocional (la alegría resulta un inhibidor natural del mismo), aumentando la resistencia mental, emocional y física.
En medicina psicosomática, la alegría resulta un aliado fundamental: La risa es un eficaz agente relajante muscular, mental (al distraer la atención y refrescarla) y emocional (capaz de levantar el ánimo más cansado o abatido). El ánimo alegre estimula la creatividad y facilita las relaciones humanas. Fomentar la alegría puede suponer liberación diaria y gratuita. La alegría rejuvenece y embellece resultando una de las expresiones más radiantes de la persona agradecida. Mejorando el ánimo, las circunstancias tienden a confluir de manera sintónica con tal estado de ánimo (al igual que las calamidades suelen "acudir" a las personas amargadas y tristes).
Así que, ¡bienvenida alegría!, tan necesaria para la vida, para el mundo, para el crecimiento de la persona, para la comunicación y convivencia humana.
Sin embargo, hay que saber discernir porque hay clases de alegría (es decir, matices muy distintos de fondo, para expresiones similares): hay alegría falsa, escandalosa, dañina , ociosa y "juerguista", rebosante de energía pero descontrolada, generada por un placer desenfrenado que vacía el alma, la cual se percibe luego entristecida y sola. Hay alegría superficial, frívola y snob en aquél que se ríe de todo, pasa de todo y no se toma en serio ni la vida ni las personas; no pisa tierra y se alimenta de una inconsistencia que, a la larga, pasa factura. La alegría del humor, sin embargo, resulta sumamente saludable y sanadora... Es aquella que se expresa con una risa expansiva y contagiosa con efectos neurofisiológicos tan contundentes, que su expresión provocada se emplea en terapia (risoterapia); está demostrado que mejora la vida de las personas.
La alegría sentimental supone el sentirse satisfechos, encontrarse bien: las cosas marchan adecuadamente y con éxito. La emoción aquí es lógica y correcta, pero todavía no ha alcanzado el grado de "virtud", no caló a esa hondura en la cual, los vaivenes y bandazos de la vida, no la afectan.
Como virtud resiliente remite a una actitud interior llena de serenidad que arraiga con la la repetición de actos en línea (igual que las otras "alegrías" en su propio terreno). Aquí se trata de esforzarse en mantenerla, sonreír sinceramente, procurar la salud (física, mental y espiritual) ...; también el olvido de uno mismo (cuando no es necesario estar pendiente de sí) y la atención al otro (actitudes prosociales), generan la dicha más profunda: el gozo de la amistad, la ayuda mutua, la reconciliación. Alegría noble que se ejercita con voluntad de enraizarla aunque las cosas no vayan bien.
Como decía Benjamín Franklin "la alegría (sincera) es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro" ; así, por sus frutos se discierne.
No hay comentarios:
Publicar un comentario