domingo, 4 de diciembre de 2016

ALEGRÍA TERAPÉUTICA



     
 Decía Sócrates que  la Alegría  del alma conforma los bellos días de la vida y mantenerla  se  considera  se considera virtud excelsa    ("virtud" supone una  "disposición habitual para hacer el  bien"). 

 A niveles más prosaicos,  el diccionario  describe Alegría como "sentimiento grato y vivo que suele  expresarse exteriormente con palabras y  gestos diversos". Se  manifiesta  con gozo,  jubilosamente,  capaz de alimentar el alma y el cuerpo  proporcionando un estado interior  luminoso y fresco;    genera bienestar,  buena energía,  predisposición positiva y constructiva.   Es  tremendamente contagiosa,  con lo cual,  resulta siempre un bien social  y  cementante  relacional  dinámico  incomparable.

 Se considera el estado de ánimo más confortable y agradable  que puede vivenciar el ser humano,    realzando su valor  al lado de la tristeza que se ofrece como contraste.  La alegría mantiene y  potencia la mejor salud:  se ha comprobado un mejor funcionamiento de todos los órganos  internos,   también del cerebro,  por lo que la  mente gana en claridad y eficiencia.   Los estados  mentales positivos y alegres  ayudan a liberar endorfinas  que alivian o eliminan el dolor   tanto  físico como emocional (la alegría resulta un inhibidor natural del mismo),  aumentando la  resistencia mental,  emocional y física.   

 En medicina   psicosomática,  la alegría resulta un  aliado fundamental:    La risa  es un eficaz agente  relajante muscular,   mental  (al distraer la  atención y refrescarla)  y emocional  (capaz de  levantar  el ánimo más cansado o abatido).   El ánimo alegre  estimula la creatividad y   facilita las relaciones  humanas.   Fomentar la alegría puede suponer  liberación diaria y gratuita.   La alegría rejuvenece y  embellece  resultando una de las  expresiones más radiantes de la persona agradecida.   Mejorando  el ánimo,  las circunstancias tienden a  confluir de manera sintónica con tal estado de ánimo  (al  igual  que las calamidades  suelen "acudir" a las  personas amargadas y tristes).

 Así que,  ¡bienvenida alegría!,  tan necesaria  para la vida,  para el mundo,  para el crecimiento  de  la persona,  para  la comunicación y convivencia humana. 

 Sin embargo,  hay  que saber discernir porque hay  clases de alegría  (es decir,  matices muy  distintos de fondo,  para expresiones similares):  hay  alegría falsa,  escandalosa,  dañina , ociosa  y "juerguista",  rebosante de energía pero  descontrolada, generada por un placer desenfrenado que  vacía el alma,  la cual  se percibe luego  entristecida y sola.  Hay alegría superficial,  frívola y snob   en aquél que se ríe de todo,  pasa de todo  y no se toma en serio ni la vida ni las personas; no pisa  tierra  y se alimenta de una inconsistencia que,  a la larga,  pasa factura. La alegría del humor, sin  embargo,   resulta sumamente saludable y sanadora...  Es aquella que se expresa con una risa  expansiva y contagiosa  con efectos  neurofisiológicos  tan contundentes,   que  su expresión  provocada se emplea en terapia  (risoterapia);   está demostrado que mejora la vida de las  personas.   
 La alegría sentimental supone  el sentirse satisfechos,  encontrarse  bien:   las cosas marchan  adecuadamente y con éxito.  La emoción aquí es lógica y correcta,  pero todavía no ha alcanzado el  grado de "virtud",   no  caló a esa hondura en la cual,  los vaivenes  y bandazos de la vida,   no la  afectan. 

 Como virtud resiliente  remite a una actitud interior llena de serenidad  que  arraiga con la  la repetición de actos en línea  (igual que las otras "alegrías" en su propio terreno).  Aquí se trata  de esforzarse en mantenerla, sonreír sinceramente,  procurar la salud  (física, mental y espiritual)  ...;  también el olvido de uno mismo   (cuando no es necesario estar pendiente de sí)  y la atención al  otro  (actitudes prosociales),   generan la  dicha más profunda:  el gozo de la amistad,  la ayuda  mutua,  la reconciliación.     Alegría noble que se ejercita con  voluntad  de enraizarla aunque las  cosas no vayan bien.  

 Como decía  Benjamín Franklin  "la alegría (sincera)  es la piedra filosofal que todo lo convierte en  oro" ;  así, por sus frutos se discierne.




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