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El tener ideas claras y capacidad de reflexión profunda, ayuda a decidir lo que nos conviene, aquello a lo que profundamente aspiramos, aquello que deseamos porque nos hace mejores, nos engrandece y dilata el alma. Una vez hecho el discernimiento y la elección, no hay que ceder ya ante las dificultades, las contrariedades de la vida, el natural cansancio. Perseverar en la intención garantiza los mejores frutos. Una maestra de espirituales hablaba de "determinada determinación".
Todo logro en la vida, necesita determinación. Lo cual implica una gran carga de valor y fortaleza personal para mantener en el tiempo las decisiones elegidas, hasta conseguir la meta y los propósitos. Porque es muy fácil establecer retos atractivos, pero el verdadero desafío supone aquilatar el nivel de responsabilidad suficiente para comprometerse y conseguirlos.
Para ello, has de trabajar una serie de virtudes, actitudes y valores que, más allá del logro particular, sirven a algo más grande que nosotros mismos, siempre gratificante para el ser humano:
- Conocimiento de ti mismo y capacidad de autocontrol,
- Fuerza de voluntad, coherencia y perseverancia,
- Amistad contigo mismo, autorrespeto ( respeto hacia tus propias decisiones),
- Asertividad: afirmación y defensa de los propios derechos respetando a los demás; avanzar teniendo en cuenta estos presupuestos.
- Resiliencia, capacidad de todo ser humano que te adapta a situaciones adversas sin rendirte nunca.
- Paciencia, que es la ciencia de la paz... No dejes que te queme ningún esfuerzo y persiste en ello con serenidad y constancia.
- Cuando las dificultades enredan, enfoca tu pensamiento hacia las soluciones más que hacia los problemas.
Ante toda contrariedad no te sientas víctima preguntándote el "por qué", sino constructor positivo respondiendo al "para qué"; si no puedes apartarla, integra, armoniosamente, la contrariedad en tu camino. Dará en su momento los mejores frutos.
Ahora bien. No puedes dejar todo el peso del emprendimiento en tus propias manos, porque muchas cosas nos superan. El esfuerzo bruto encerrado en el propio yo endurece el ego y culpabiliza cuando nos vemos incapaces de los logros pretendidos...
Por ello, junto al debido y necesario esfuerzo (como si todo dependiera de ti), hay que confiar en la Vida, amiga y maestra que educa y fortalece por medio de la dificultad y adversidades, pero que nos hace flotar, si sabemos abandonar -como madero blando- nuestro corazón, en el fluir de su río.
A fin de cuentas, es la Vida quien lleva y conduce nuestro barco y, si confiamos en su Fuerza (invisible), nos llevará siempre al mejor puerto de su Inmenso Mar.
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