A veces pasa... Pero no temas, forma parte de la vida. Solamente si se enquista, si se hace prevalente, si sientes que te arrebata la vida, absorbe largo tiempo tu alegría y poco o nada te deja hacer en el día a día, debes ponerte alerta y buscar remedio más allá de ti mismo. Porque entonces no es tristeza, sino depresión, un trastorno que necesita ayuda.
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Como malestar, intentamos apartarlo, arrancarlo de la vida, pero hay que tener en cuenta que toda emoción es adaptativa, es decir, se ha conservado a través de miles de años en la raza humana para favorecer la supervivencia de la especie, su adaptación y progreso. Aunque parezca una paradoja, es así. La tristeza lanza un mensaje útil que contribuye al equilibrio psicológico de la persona en su caminar por la vida. Las señales que el cuerpo refleja y percibe la persona sobre el propio estado (gracias a la propiocepción) indican que algo no marcha bien en su organismo psíquico, en sus relaciones con el entorno, en el afrontamiento de la vida, y alertan para la intervención. La diversidad de emociones humanas estimula la toma de decisiones para adecuarse a una realidad que se impone; siendo la adaptación su utilidad prevalente.
Por supuesto, si algo de lo que acontece nos resulta adverso, hay que intentar cambiarlo por todas las vías posibles razonables. Pero, si a pesar de los esfuerzos no se consigue, no hay más remedio que adaptarse, aceptando la posible contrariedad (minimizándola) y enfatizando lo positivo de la nueva situación.
Se ha demostrado que la tristeza, al producir una "depresión" (ralentización) anímica, actúa como ahorrador de energías que se emplean en una reflexión interiorizada sobre las mejores salidas. Al mismo tiempo, al conocer todo ser humano la tristeza por experiencia propia, puede empatizar con la tristeza del otro suscitando redes de ayuda y solidaridad con el que sufre.
La utilidad de la tristeza estriba, pues, en que permite reorganizar la vida: cambiar lo que se puede y aceptar lo irremediable (con la pérdida, fracaso o contradicción que conlleve), generando pensamientos alternativos (positivos) que adoptan una perspectiva diversa de la misma realidad.
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Por otro lado, tanto la relajación como el ejercicio físico son recursos terapéuticos elementales para la gestión de toda emoción lastrante; recobrando así, poco a poco, la energía y vitalidad perdidas. La alegría.
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