lunes, 2 de octubre de 2017

¿ESTÁS TRISTE?



A veces pasa... Pero no temas,  forma parte de la vida.  Solamente si se enquista, si se hace prevalente,  si sientes que te arrebata la vida,  absorbe largo tiempo tu alegría  y poco o nada te deja hacer en el día a día,  debes ponerte alerta y buscar remedio más allá de ti mismo.  Porque entonces no es tristeza, sino depresión, un trastorno  que necesita  ayuda.  

Reconocerás los síntomas:  llanto,  retraso psicomotor,  rostro abatido,  inapetencia,  sueño irregular, desgana y desmotivación general ante cualquier actividad,  rumiación mental en torno a lo que preocupa,  problemas de concentración, ...

Como malestar,  intentamos apartarlo,  arrancarlo de la vida,  pero hay que tener en cuenta que toda emoción es adaptativa, es decir,  se ha conservado a través de miles de años en la raza humana para favorecer  la supervivencia de la especie,  su adaptación y progreso.  Aunque parezca una paradoja,  es así.  La tristeza lanza un mensaje  útil  que contribuye al equilibrio psicológico de la persona en su caminar por la vida.  Las señales  que el cuerpo refleja y  percibe la persona sobre el propio estado (gracias a la propiocepción)  indican que algo no marcha bien en su  organismo psíquico, en sus relaciones con el entorno, en el afrontamiento de la vida,  y alertan para la intervención. La diversidad de emociones humanas estimula la toma de decisiones para adecuarse  a una realidad que se impone;  siendo la adaptación su utilidad prevalente. 

Por supuesto,  si algo de lo que acontece nos resulta adverso, hay que intentar cambiarlo por todas las vías posibles razonables.  Pero, si a pesar de los esfuerzos no se consigue,  no hay más remedio que adaptarse, aceptando la posible contrariedad  (minimizándola) y enfatizando  lo positivo de la nueva situación.  

Se ha demostrado que la tristeza,  al producir una "depresión" (ralentización)  anímica,  actúa como ahorrador de energías que se emplean en una reflexión interiorizada sobre las mejores salidas.   Al mismo tiempo, al conocer todo ser humano la tristeza por experiencia propia, puede empatizar con la tristeza del otro  suscitando redes de ayuda y solidaridad con  el que sufre. 

La utilidad de la tristeza estriba, pues, en que permite reorganizar la vida:  cambiar lo que se puede y  aceptar lo irremediable (con la pérdida,  fracaso o contradicción que conlleve), generando pensamientos alternativos  (positivos) que adoptan una perspectiva diversa de la misma realidad.   

Aceptar conscientemente la tristeza es de fuertes (no de débiles ni cobardes),  lo cual no significa hacer de ella una nueva "zona de confort" que nos atrape e impida salir de su envolvente red. Conforme se va reorganizando la vida en la nueva situación,  la persona se libera,  empieza a respirar mejor y va  recuperando   vida y  bienestar.  Así, aunque dolorosa, resulta emoción útil para minimizar  los daños que la vida  inflige a menudo en sus criaturas.   Expresar la tristeza,  no guardarla,  ayuda a superarla.  

Por otro lado, tanto la relajación como el ejercicio físico  son recursos terapéuticos elementales para la gestión de toda emoción lastrante; recobrando así,  poco a poco,  la energía y vitalidad perdidas. La alegría.  

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