Año tras año, en su inicio, tenemos la sensación de empezar algo nuevo, nos llega un cuaderno en blanco en el que se irá escribiendo nuestra vida, siendo nosotros los protagonistas y principales agentes de escritura. E interesa, página a página, ir refiriendo en ellas una vida constructiva, que aprende cada día, que crece en plenitud. Supone un interesante trabajo personal reflexionar y plantearse lo que nos gustaría conseguir, tanto logros personales de adquisición de algo bueno que nos falta, como el reto de desprendernos de aquello que, en nosotros mismos, nos ata y esclaviza. Podemos tener metas culturales, académicas, deportivas, espirituales... o el reto de superar rutinas nocivas, esclavas, con el comer, beber, fumar... por ejemplo. Procurar en general un estilo de vida más saludable, con una alimentación adecuada, ejercicio y aire libre; buscar momentos tranquilos de paz y reflexión; fomentar la comunicación y relaciones interpersonales gratificantes son una fantástica opción general para hacer mejor las cosas.
La visión general que pretendemos genera expectativas, las cuales, para motivarnos de manera positiva, han de ser realistas y factibles, flexibles y adaptadas a posibles imprevistos.
La capacidad de adaptación es muy importante en la vida, sabiendo que no lo podemos todo; solo alcanzaremos aquellas cosas que dependen exclusivamente de nosotros, pero lo inesperado de la vida o la libertad de las personas, que a veces nos sorprende, escaparán siempre a nuestro control. De ahí que la prudencia, el realismo y la humildad sean siempre grandes virtudes para acompañar nuestra existencia terrena.
Lo que más nos suele costar de las arbitrariedades de la vida es, quizás, dejar libres las personas, sobre todo los cercanos, familia, amigos.. . cuando pensamos que deberían ser y actuar de otra manera, como si en cierto modo nos pertenecieran o estuvieran "obligados" a funcionar según nuestros criterios, esquemas mentales o expectativas.
Sucede igual cuando alguien espera de nosotros algo a lo cual nos sentimos ajenos y no proviene de nosotros mismos. Tampoco ayuda a la madurez personal funcionar o actuar al gusto de los demás, cuando no sale de nosotros, o más bien nos contradice profundamente. Es verdad que por cariño, por amor, se pueden hacer legítimamente muchas cosas que no haríamos, para hacer feliz a quien amamos, y nos sale de corazón sin costes importantes de contradicción interior. El amor sincero legitima todo. Pero ha de ser desde la libertad, si hay sensación de encadenamiento, daño u opresión no es acción libre sino subyugada, y hay que darse a sí mismo permiso para la liberación.
En cuanto a los demás, cuando hay actitudes o conductas que esperamos y no llegan y otras que no esperábamos nos hieren, aceptemos generosamente lo que hay y amemos lo que dan. De las personas hay que aceptar lo bueno que nos ofrecen y lo que pudiera faltar, aunque no entendamos porqué, aceptarlo igual, sin saber nosotros las razones de fondo que los condicionan.
Para este año, un buen propósito general, de fondo, podría ser dar amor, en libertad, a uno mismo y a los demás. Con este mero enunciado, estaríamos cumpliendo a la vez todos los objetivos que mencionábamos al principio, con respecto al cuidado de sí mismo (cuerpo, mente, espíritu) y las relaciones gratificantes con los demás.
Sumando todo ello, paso a paso, una vida en plenitud.
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