lunes, 14 de marzo de 2022

PAZ

 

Paz. Un don tan inestimable se valora mucho más cuando se pierde o se ve simplemente amenazado.   Pero es de tanta trascendencia, que merece ser concienciado, disfrutado y agradecido cuando existe. 

Una paz tan frágil, que pensábamos no perder ya en Europa  tras los conflictos bélicos, terribles, del pasado siglo, y hete aquí que nos encontramos nuevamente en ello,  de manera inesperada e impensable.  
La urgencia de luchar por ella y recuperarla  se cruza con nuestra impotencia para detener semejante atrocidad.      

Una cosa está clara.  La violencia, la agresión, nacen en el propio corazón humano, y es ahí donde hay que arrancar raíces tan malignas.  Para ello hay que trabajar personalmente en esta dirección, procurando en nuestra vida cotidiana, en la familia, con los amigos, en el mundo laboral,  apaciguar la ambición, el egoísmo y  orgullo y desmedidos, el fanatismo ideológico  (las propias convicciones se defienden pacíficamente, con el  testimonio de vida cotidiano), el afán de poder y dominio sobre los demás... y toda desmesura.   Pasiones del corazón que, llegado el momento, se proyectan y reflejan en la vida real,  alentando conductas conflictivas que inflaman la agresividad y generan aún más violencia.   Y cuando esto ocurre en dirigentes políticos prepotentes, que subyugan adeptos alrededor suyo, y su ambición se descontrola, el desastre está servido.   

Por eso se ha dicho tantas veces que, si quieres cambiar el mundo,  has de empezar por cambiarte a ti mismo:  

  En la medida que aprendes a evitar un conflicto cercano, con la suficiente serenidad e inteligencia emocional (comprensión, empatía, compasión, aceptación),  estás contribuyendo a la paz del mundo. 
  
   En la medida que buscas y promueves una vida saludable para ti y tu entorno, estás contribuyendo a la paz del mundo.  

    En la medida que limpias tu mente de prejuicios, juicios negativos, recelos, sospechas, intransigencia e intolerancia contra aquello que no entiendes,  pero que debes aceptar porque pertenece legítimamente a la conciencia de otros, estás contribuyendo a la paz del mundo.  

    En la medida que deseas sinceramente y promueves activamente tu propia paz y la de tu entorno  próximo,  y la deseas ardientemente para todos, estás contribuyendo a la paz del mundo.    
   
La Paz, personal y social,  es uno de los bienes más valiosos de esta vida, uno de los que más aportan al crecimiento y felicidad del ser humano y sus sociedades.  Vale la pena apostar por ella.





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