viernes, 10 de junio de 2022

AUTOCOMPASIÓN Y VICTIMISMO.


   


Parecen lo mismo, pero no es igual.  Autocompasión y victimismo.  

La autocompasión,  como sensibilización ante el propio dolor,  ayuda a conocernos, comprendernos, aceptarnos y crecer.  A veces se ha asociado con  debilidad,  egocentrismo y  pasividad, pero lo cierto es que resulta la mejor manera de concienciar y asumir la herida del dolor, con todo derecho y legitimidad, igual que tendríamos compasión  (fundamental, por ejemplo, en la meditación zen) hacia otro que sufriera.  

Hay que ser conscientes del dolor, no ignorarlo;  comprenderlo y darse tiempo para que desaparezca y poderlo superar.  No es un proceso pasivo sino reflexivo y dinámico, que restaura las energías perdidas, ayuda a superar obstáculos y fortalece la resiliencia. 

  Sin embargo, el victimismo instrumentaliza el dolor, buscando, indirectamente, llamar la atención y manipular a los demás.  Elude toda responsabilidad para culpar a otros (o a la vida) de sus desgracias.  Por otro lado,  se refuerza como conducta si consigue mejor consideración,  atención y compasión por parte de los demás.  Puede convertirse en un pretexto para dañar a otros y obtener de ellos algunos privilegios.  Estas estrategias no se corresponden con el sentimiento auténtico de la autocompasión,  sino con un manejo de conveniencias, a menudo  inconsciente.  

Aunque tengan apariencia similar,  los procesos profundos  y sus consecuencias se alejan  infinitamente.  El doctor Kelly McGonigal, de la Universidad de Standford, ha propuesto recientemente una teoría interesante, afirmando que " la autocompasión puede fortalecer la voluntad".   Es decir, nos anima y da fuerzas para salir de la situación adversa. En el fondo se trata de autocomprensión y cercanía con nosotros mismos.  Exactamente igual que  mostramos sentimientos empáticos y compasivos hacia los demás que sufren

Lo más importante será siempre la gestión de los reveses, de la contradicción, cuando no conseguimos nuestras metas.  En lugar de fustigarnos, hay que aceptar las caídas, como parte del camino, y animarse para que el estrés de una situación exigente no supere la motivación por los objetivos que pretendemos. 

Mejor, restar exceso de autocrítica y voluntarismo con nosotros mismos y sumar nobleza, autocomprensión, apoyo y buen ánimo, como si fuéramos nuestro amigo más querido (así debería ser); teniendo siempre en cuenta que somos humanos (no robots), que no somos perfectos, que nos podemos equivocar y siempre podremos aprender de ello. 

  Hay quien sitúa justamente el secreto de la felicidad en ser el mejor amigo de nosotros mismos. Lo cual será siempre también  la mejor manera de entender, acoger y querer a los demás. 







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