Pocas realidades humanas son tan motivantes, dinámicas y esperanzadoras.
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La Confianza es motor activo (no pasivo) que nos permite abrazar, conscientemente, -evitando recelos comprensibles y naturales-, el Misterioso Amor que late en el fondo de toda vida humana. Su dinámica fluyente se debe, justamente, a la vinculación que existe entre esta actitud profunda del corazón y la virtud de la Humildad.
Con- fianza. Fiarse- con, fiarse- de. El término confianza refiere "la opinión, sentimiento y criterio favorables de la persona con respecto a otra/ otras, hacia la propia vida, las circunstancias o hacia Dios... creyendo en su capacidad de actuación correcta en determinada situación".
Es la seguridad de una persona en Otro o en algo. Es cualidad propia de los seres vivos, pero especialmente los humanos pues, aunque en los animales también se observa, no deja de ser una actitud instintiva, mientras que los seres humanos son capaces de confianza consciente. Al ser en éstos tarea de conciencia despierta y voluntaria, exige su esfuerzo y tiene sus costes pero, cuando se llega a ella, supone una emoción positiva, sanadora, muy benéfica.
Según Laurence Cornu, doctora en filosofía: “ Es una actitud que concierne al futuro, en la medida en que este futuro depende de la acción de Otro. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no-control del otro y del tiempo”.
De alguna manera, se suspende esa incertidumbre esencial, inherente a la naturaleza humana, en su precariedad ante los peligros de la vida en un mundo difícil y, a menudo, hostil. Alejando las dudas de la mente y la inquietud del corazón, la persona se relaja y cree firmemente en el bien que tiene o que vendrá. La confianza simplifica las relaciones personales figurando como uno de los cementantes sociales y de convivencia más básicos y elementales.
La confianza tiene efectos fisiológicos ( bienestar físico, felicidad, amplitud de los ritmos cardíaco y respiratorio); cognitivos (la persona, al relajarse y olvidar crispaciones, razona mejor y soluciona mejor los problemas de la vida... con efectos positivos para uno mismo y para los demás); y conductuales (la expresión corporal, distendida y ligera, genera interacciones sencillas, afables y cercanas, el rostro relajado, hecho a la sonrisa suave).
Pero, sobre todo, de ahí su importancia básica, es fundamento de la Amistad y de toda buena comunicación, además de educir una fe creíble en aquél que espera una vida trascendente.
El valor de la confianza estriba igualmente en su medida justa : ni deficitaria, por recelo o desconfianza, ni en el exceso que lleva al autoengaño y la falta de realismo. Una confianza que espera en la misma medida que da, lo mejor que puede y lo mejor de sí. Entonces, la vida fluye y navega en un equilibrio logrado.
Para el Creyente, la confianza es garantía de su propia fe. Decíamos al principio que es cualidad hermana de la Humildad: porque sólo el humilde aprende a vivir confiado (el soberbio, de todo y todos desconfía salvo de "sí mismo" resultando, sin embargo, en su yo mezquino, egocéntrico y narciso, el único realmente engañado). El humilde que lo da todo y lo entrega todo, sabe que nada más puede hacer; lo demás, no depende ya de él... Así, aprende a vivir abandonado.
Como la madera del leño que, por naturaleza, flota tanto en el mar tranquilo como en el río impetuoso, el alma confiada flota "por naturaleza" en el río de la vida, se abandona en él, sostenida "secretamente" por ese Amor de Dios que, sabiamente y en silencio, la conducirá siempre al mejor puerto.