Sabemos que los grandes procesos de esta vida avanzan en períodos cíclicos en una dirección conjunta (inteligente) hacia una Destino común.
Es la espiral evolutiva. Es decir, ciclos, uno tras otro, configurando globalmente una trayectoria rectilínea, una progresión; siempre hacia adelante aunque cada ciclo suponga, en su particular trayecto, aspectos "coyunturalmente involutivos o regresivos" (caídas y levantadas). Pero la Resultante final es vector que apunta claramente en una misma dirección, ascendente y de progreso en grandeza y libertad (individual y como raza humana).
Por eso importa también velar, tener paciencia y dar tiempo al tiempo permaneciendo alerta para que los giros naturales no nos "traguen" involutivamente y nos acomoden, conformándonos en la injusticia (propia y/o ajena), adormeciendo nuestro deseo de caminar, crecer y ser libres. Hay que aprender, abrir brechas, resquicios y hendiduras en nuestro espacio de confort, y atreverse a volar.
Para ello, en primer lugar, hay que aprender a Mirar.
Clamar por esa Mirada, que aprende después a encontrar lo mismo dentro que fuera: amor. Mirada no impostada sino real, que brota de lo más hondo, Una Mirada que ve y también nos habita, que nos hace plenos por dentro y nos impulsa a buscar por fuera ese amor que existe y se ofrece, Infinito, por doquier; nos reclama y nos espera porque necesita ser visto, reconocido y encontrado.
El Amor Infinito es también finito, en su inmensidad se hace concreto, en su complejidad, simple, en su diversidad, uno, en su inaccesibilidad se hace también accesible. Toda mirada despierta y libre sabe pozar el amor que le inunda por dentro, traduciendo y proyectándolo, necesariamente, hacia el otro: un gesto, una palabra; escucha, paciencia, generosidad, solidaridad; cercanía, comprensión, acogida. Una y otra vez; cada día, siempre "de nuevo".
Ofrezco, para ilustrar, un cuentecillo sabio, muy interesante, que aporta pistas certeras:
El amor y el tiempo
Había una vez una isla muy linda y de naturaleza indescriptible, en la que vivían todos los sentimientos y valores del ser humano: El Buen Humor, la Tristeza, el orgullo, la riqueza, la Sabiduría… como también, todos los demás, incluso el AMOR.
Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse.
Entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el AMOR quedó esperando solo, pacientemente, hasta el último momento.
Cuando la isla estuvo a punto de hundirse, el AMOR decidió pedir ayuda.
La riqueza pasó cerca del AMOR en una barca lujosísima y el AMOR le dijo: “Riqueza… ¿me puedes llevar contigo?” – No puedo porque tengo mucho oro y plata dentro de mi barca y no hay lugar para ti, lo siento, AMOR…
Entonces el Amor decidió pedirle al Orgullo que estaba pasando en una magnifica barca. “Orgullo te ruego… ¿puedes llevarme contigo?
No puedo llevarte AMOR… respondió el Orgullo: – Aquí todo es perfecto, podrías arruinar mi barca y ¿Cómo quedaría mi reputación?
Entonces el AMOR dijo a la Tristeza que se estaba acercando: “Tristeza te lo pido, déjame ir contigo”. – No AMOR… respondió la Tristeza. – Estoy tan triste que necesito estar sola.
Luego el Buen Humor pasó frente al AMOR, pero estaba tan contento que no sintió que lo estaban llamando.
De repente una voz dijo: “Ven AMOR te llevo conmigo”. El AMOR miró a ver quien le hablaba y vio a un viejo.
El AMOR se sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre del anciano.
Cuando llegó a tierra firme, el anciano se fue. El AMOR se dio cuenta de cuanto le debía y le pregunto al Saber: “Saber, ¿puedes decirme quien era este que me ayudo?”.
-“Ha sido el TIEMPO”, respondió el Saber, con voz serena.
-¿El Tiempo?… se preguntó el AMOR, ¿Por qué será que el tiempo me ha ayudado?
Porque solo el Tiempo es capaz de comprender cuan importante es el AMOR en la vida.
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