domingo, 11 de septiembre de 2016

ZONA DE CONFORT Y CRECIMIENTO

A menudo he pensado que los mayores enemigos  de todo   crecimiento  humano y social son, por un lado, la comodidad (la psicología moderna habla de la particular "zona de confort"   que hay que atreverse a traspasar   para alcanzar cotas más altas y verdaderas de libertad y  felicidad).  
Por otro lado,  los miedos  que paralizan,  por su capacidad de suscitar   fantasmas cuestionables  surgiendo del más leve soplo de  brisa o viento...

Resulta que dicha  "zona de confort"  y el miedo, son factores profundamente interrelacionados.  

Todo "espacio de confort"  supone instalación,  comodidad  o acedia,  con desinterés,  desmotivación y   adormecimiento  para todo lo demás.   El problema es que,  al ser  la dinámica  un  factor necesario para el  adecuado  desarrollo humano,  genera   estancamiento;  implica,  igualmente, la no resolución de muchos asuntos personales pendientes que,  normalmente,  acaban  aflorando en la vida antes o después,  y  entonces  habrá que  afrontarlos por fuerza  se quiera o no.  

La persona  "acomodada",  acaba viviendo pasivamente la vida,  se deja llevar por ella  minimizando o anulando los riesgos  pero, al mismo tiempo,  vive sin motivación estimulante,  sin esos incentivos  existenciales que hacen a una persona sentirse viva. 

El atreverse a  salir de esa zona protegida,  no  es de héroes,  pero sí de valerosos  enamorados de la vida  que quieren ampliar la vivencia de ésta,  explorar sus riquezas  desconocidas,  su sabiduría y lecciones ocultas,  más allá de las murallas del "ghetto" particular,  protegido. Aquí,  la vida permanece  atenta  porque  reclama  desarrollo  y  crecimiento   esperándonos siempre,  más allá,   hacia una  plenitud creciente.

De esta manera,  salir de esta zona de confort  paralizante,  que acaba siendo rutinaria  y anodina,  implica   perder los miedos.  Miedos que residen en nuestro interior despertando  fantasmas que no se corresponden  con una realidad concreta.  Para ello,  hay que trabajar pensamientos, ideas, emociones,  sentimientos. ... 

Una vez tomada la  determinación,  hay que ponerse a ello  y aplicarse cada día:  sentir interés por lo nuevo,  cambiar costumbres,  tomar rutas distintas en lugar de las habituales,...  experimentar conscientemente la vida.   Todo ello de manera persistente,  perseverante y mantenida.  Teniendo en cuenta que el crecimiento, el verdadero desarrollo interior,  será  siempre  un camino,  no puerto de llegada. 
Tampoco se trata de esperar nada espectacular pero el simple mejorar un poquito cada día, puede ser una proeza:  mejores seres humanos  que ayuden a otros para,  entre todos,  conseguir  un mundo más bueno y mejor.    

En psicología,  los miedos y la ansiedad  que generan  se curan con  tratamientos de exposición.   Es decir,  con afrontamiento.  Poquito a poco,   incrementando  cada vez  el tiempo,   la cercanía y la  implicación,  comprobar,  "aprender"  que no pasa nada,  y que lo bueno construye siempre. 

Convenciéndose experiencialmente  de que aquellos miedos eran infundados,   la persona se libera y crece.

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