martes, 3 de marzo de 2020

EXPECTATIVAS





   Las expectativas son una serie de suposiciones (sin cuestionar) que mantenemos en nuestro día a día,  transmitidas por  la educación,  la cultura o las experiencias de nuestra trayectoria vital.   Nos las han enseñado y las hemos hemos aprendido:  cómo deberían ser y funcionar las cosas y las personas, nosotros mismos y los demás.

Las creencias que  arraigan sin el debido cuestionamiento consciente y reflexivo  van construyendo nuestro mundo y nuestras seguridades (tantas veces falsas). 
Alejan de lo real, condicionando profundamente nuestra vida y los criterios para vivirla.  Aseguran muchos fracasos,  porque la realidad es como es y no podemos controlarla,  nunca se amoldará a nuestros esquemas o deseos. Cuando  lo inesperado cuestiona nuestras estructuras y presupuestos mentales, nos desestabiliza;  llegan las desilusiones, los desengaños, la frustración,  generando mucho sufrimiento.

Tener expectativas es normal,  se hace inevitable,  porque las aprendemos de manera inconsciente a lo largo de la vida.   Se generan alrededor de nosotros mismos, de nuestra propia imagen y capacidades (configurando el autoconcepto).  Alrededor de los demás, cómo deberían actuar y comportarse.  Alrededor de lo que debería acaecer en la vida.   En general,  nos agarramos a una idea única de la realidad, que muy pocas veces se cumple.

 Existen también expectativas culturales, que inducen a adaptar nuestras conductas a lo que se supone que la sociedad espera, evitando de esta manera el aislamiento y la exclusión.  Pero esta presión externa debe equilibrarse con el ejercicio libre y ponderado de la propia autenticidad.  

Las expectativas generan una maraña de condicionamientos que marcan nuestra existencia y la de los demás,  coartan nuestra libertad, no dejan fluir la vida alrededor nuestro.  Se nos cuelan sin darnos cuenta,  pero hay que sentirse libres de ellas.   Las expectativas de otras personas sobre nosotros pueden interferir seriamente lo que realmente somos.

 Hemos de despertar a nosotros mismos,  ser lo que necesitamos o queremos ser, tomar nuestras propias decisiones  y,  aunque siempre se aconseja escuchar el parecer de otros,  la elección final ha de ser  libre y personal.  Por otro lado,  la experiencia de la vida nos irá enseñando  que la realidad no es tan rígida como creemos,  sino mucho más flexible y modulada;  que lo que pensamos "debería ser" es, a menudo, algo subjetivo,  aprendido o impuesto por  ambientes que nos moldean desde el momento de  nacer.   Siendo conscientes de nuestras expectativas, aprenderemos a  relativizarlas y restarles importancia innecesaria. 

La compasión y la flexibilidad hacia nosotros mismos y hacia los demás nos liberará a nosotros y liberaremos nuestro entorno; las personas no nos defraudarán  -les dejaremos ser-.    Ni tampoco  importará si en el ejercicio de nuestra autenticidad -ser-lo-que-somos-  no cumplimos las expectativas de alguien.  Crecerá nuestra capacidad de aceptación y amor  a nosotros mismos, a los demás, a la propia vida... acogiendo con naturalidad los fallos y aciertos elementales de todo ser humano y aquellos imprevistos de la existencia que nos fortalecerán y harán crecer.  







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