lunes, 30 de enero de 2023

VIDA EN Y MÁS ALLÁ DE LA RUTINA

 




Las rutinas cotidianas son benéficas en la vida,  aportan beneficios psicológicos y emocionales,  ahorrando un importante  remanente de energía en forma de recursos cognitivos y atencionales; mantienen la vida ordenada y orientada,  sosteniendo su dinamismo.  Aprovechan mejor el tiempo sin perderse en un caos de impulsos e intereses diversos que pueden apartarnos de objetivos prioritarios. 

Sin embargo,  a la larga, cuando las conductas se automatizan,  se puede caer en una inercia desmotivada, desinterés, apatía y falta de sentido. Es aquí cuando, estando alerta, hay que intervenir:   saber romper con la rutina de vez en cuando, de manera constructiva, aporta nueva vida a la vida y despierta la buena energía de las rutinas necesarias.  

Se puede comenzar variando alguna cosa,  por ejemplo, una ruta habitual, descubriendo un nuevo recorrido, interesante, para llegar al mismo destino.  Diversificando cosas sencillas,  evitamos la sensación de estancamiento y apreciaremos cualquier detalle distinto que nos inspira.  Se puede igualmente incorporar algo nuevo, constructivo, a nuestra vida,  un rato de lectura,  deporte, música conversación socializante,  unos minutos de paseo tras el trabajo o  estudio, un interés cultural, aprender un  idioma, planificar un pequeño viaje o excursión...     


Por otro lado, el revisar nuestras rutinas supone sacudir perezas y mostrarse siempre dispuestos a crecer, aprender y  mantenerse vivos,  no dejar que la uniformidad y regularidad de la existencia nos encierre en una amodorrante zona de confort, que como jaula dorada nos encandila y hace sentir que el mundo acaba ahí.  Declarándonos muertos en vida. 

Cuando la rutina cotidiana conlleva una importante carga de estrés, que nos desgasta y nos absorbe, también nuestra salud se verá afectada a medio largo plazo. 
Para ayudar aquí,  otras sencillas rutinas, bien integradas en la vida de cada día, aligeran la carga cotidiana.  
Por ejemplo,  aprender a relajarse,  a vivir el presente,  respirar.   Son inapreciables los beneficios de parar, siquiera un minuto,  varias veces al día, para tomar conciencia de la respiración, haciéndola profunda y consciente.   Inhalando con el aire que se aspira la buena energía que nos rodea (siempre está)  y exhalando  la negatividad,  preocupaciones, caos interior, agitación que nos estorba. 
Si hay naturaleza, mejor compenetrarse con ella.  

Cambiar el guión de la mente si nos dice cosas negativas:  revisar el discurso, relativizarlo y reeditarlo más realista y positivo.  Y una varita mágica:  Sonreír, saludar a las personas con una sonrisa, mantener  leve sonrisa en el rostro, diciéndose en todo momento confío, todo va bien.   
Asumir el dolor de la vida, que no se puede evitar, nos ayuda a ser más fuertes, crecer y abrir  nuevas perspectivas. 

                                                            








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